La ciudad de Bluefields es la ciudad más antigua de la costa Atlántica de Nicaragua. Su origen data desde 1,602, año en que el pirata holandés Bleeveldt comenzó a valerse del lugar como base de operaciones. A principios del siglo XVII los piratas y comerciantes ingleses comenzaron a poblar la costa Atlántica de Nicaragua atraídos por las condiciones naturales de la zona que les servía de refugio y como fuente de abastecimiento. los bucaneros afirman que este era el hogar de la tribu de indios Kukra, dejando testimonio de su existencia en objetos encontrados en el lugar.
El histórico olvido de la Costa Atlántica
El pasado histórico es un referente determinante para inducir el camino que debe tomar los Estados Nacionales actuales, de igual manera para las pequeñas sociedades que se encuentran atrapadas en los mismos.
La conformación particular de Nicaragua desde su nacimiento como pueblos y culturas ha sido y sigue siendo adverso para la Costa Caribe Nicaragüense; una preocupación que surge a raíz en que los actores políticos están creando un conjunto de condiciones jurídicas para reafirmar el modelo democrático occidentalista hoy con mayor interés por el fenómeno de la globalización.
Sin embargo, se puede apreciar que dentro de ese conjunto de atributos por los que está reafirmando el actual Estado no existe un plan de integración nacional que garantice el reconocimiento pleno de la Costa Atlántica, así como los mecanismos adecuados para formar parte del presente modelo. Para comprender este fenómeno de desintegración más que de unión es importante conocer lo que la historia nos dice:
Durante el período precolombino nunca se logró una unidad política y cultural así como territorial adherida a una civilización que atrajera en el seno de la misma, elementos de cohesión y que a su vez aglutinara a un sinnúmero de culturas atomizadas y dispersas en todo el territorio, de manera que el resultado fue más bien la disgregación, la zona conocida como Mesoamérica no transcendió más allá de la región de Nicoya dejando sin efecto la parte oriental de nuestro espacio geográfico, fomentando el particularismo del centro y del pacífico frente a la Costa Atlántica, paralelamente a éste, fenómeno histórico aparece el geográfico que, como creación divina y natural en virtud de cohesionar al conjunto de pequeñas sociedades, aisló la región nuevamente a través de las montañas, cordilleras y cerros; cerrando como una barrera natural el posible intercambio entre zonas geográficas de nuestro país.
Si estas condiciones medio ambientales determinaron las acciones de los seres humanos fue también sobre la base de la misma región cultural antes mencionada creándose posteriormente una fragmentación en medio de la diversidad étnica.
En el colonialismo los responsables del deceso de las pequeñas sociedades jamás pensaron en la formación de una unidad política coherente de acuerdo a la gran diversidad de pueblos y comunidades étnicas, más bien cimentaron sus estructuras políticas administrativas sobre las cuales se estableció la denominada zona cultural mesoamericana o precolombina ocupando el mismo puente natural con la salvedad de que ellos estaban claros que la unidad fuera uno de sus estandares ideológicos no se concebiría ni se establecería sobre la base cultural existente; crearon una variedad de modelos que permitieron posteriormente en la mentalidad de la sociedad un sentimiento localista que no incidiera en un factor de cohesión.
Precisaron una variedad de cambios en las estructuras políticas con la finalidad de fragmentar la aparente unidad.
Esto se puede apreciar en los cambios sucesivos donde primeramente fuimos dependientes de la Audiencia de Santo Domingo hasta 1522; seguidamente, a la Audiencia de México en 1538; posteriormente a la de Panamá en 1543 y en 1568 a la Audiencia de Guatemala, hasta suscitarse la denominada Independencia, la misma fue posible gracias al empuje de factores externos y no por fundamentos ideológicos meramente locales de un grupo de poder.
Posteriormente la Federación Centroamericana y los actores de la ruptura de las instituciones políticas coloniales y que a su vez representaron uno de los primeros intentos para conformar un Estado Nación, preocupados por el mismo importaron radicalmente los símbolos de la Francia Pos-revolucionaria de manera que el montaje del Estado Nicaragüense siguió las pautas del mismo espacio mesoamericano y colonial quedando nuevamente la Costa Atlántica fuera de sus alcances jurisdiccionales y culturales, creando a su vez un espacio propicio para el establecimiento de otras potencias como Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos.
A este conjunto de variables habría que agregarle el elemento étnico, donde se observó que la gran cantidad de masa indígena fueron menospreciadas, atropelladas durante muchos años inclusive hasta nuestros días.
Se promocionó la etnia mestiza y a su vez se aisló a todo un conjunto de grupos étnicos dispersos en la región.
La aparente preocupación de la Federación fue gracias a la ruta canalera y la atracción de extranjeros para fomentar un sistema de colonización, así adquirir recursos vía inversión e impuestos.
Así transcurrió el panorama en un mundo incierto olvidado por la voluntad política de los creadores de la ideología burocrática.
En 1850, trasluce el Pacto Clayton Bwen que cercenó la soberanía nacional al pactar los Estados Unidos e Inglaterra concesiones territoriales sin consultar a los nativos así como al Gobierno Central, este a su vez se vuelve incapaz de hacer efectivo sus atributos jurisdiccionales aún cuando se suscita en 1860 el traspaso nominal de la Costa Atlántica por Inglaterra, factor a favor de las autoridades de la Reserva ya que la Iglesia Morava se convierte en esta coyuntura en asesora de los grupos de poder autóctonos para dar respuesta a un modelo político a través de los Jefes Miskitos, sistema que desapareció con Zelaya quien venía dispuesto a integrar la Costa Caribe por la vía del arrebato sin importar las particularidades étnicas e implantar la españolización masiva a los que denominó «indios» despectivamente.
El zelayismo pervivió y no varió incluso con el ascenso de Somoza García en 1937, manteniéndose hasta 1979.
En 1984 con el proyecto de consulta se prepara el anteproyecto de la ley de Autonomía, la misma se ha mantenido de manera nominal en la mayoría de los aspectos, aunque en muchos ha sido certera aún así, la década de los 90, fue de grandes amenazas obligando a los habitantes costeños a llevar de frente el discurso étnico frente al poco interés de los políticos de no incluir con respeto a la Costa Atlántica en un programa de integración nacional donde se manifieste en la agenda nacional el tema de la Costa Caribe Nicaragüense, pero no únicamente por la vía del voto.
Hoy la misma reclama su autonomía plena con proyectos humanistas que promuevan el desarrollo total de la región, exige que se incluya a un proyecto «Nacional», pero con respeto digno hacia los pueblos y comunidades insertando en el mismo sus expresiones culturales. Que este proyecto de integración no viole la idiosincrasia, sus modos de vida, sus expresiones, lenguas, formas de organización y representación de la vida cotidiana.
Demanda la no presencia de figuras que promocionen proyectos que concurran de manera fugaz para que posteriormente la población diga «aquí se hizo», exige acciones concretas que establezcan perspectivas de desarrollo a largo y corto plazo y que la cortina de hierro que separa a la región desaparezca como genes de los protagonistas políticos y que éstas, a su vez, recuerden que la capacidad de un Estado está en el respeto de la diversidad, sólo así podremos tener un Estado Nación bien cohesionado y una región bien integrada política, cultural y socialmente.